Encontrar jugadores comprometidos es todo un reto para los clubes
modestos. Todos los entrenadores coincidiremos en que el escenario ideal
debería situar el punto de inicio en jugadores que cumplan su particular
"contrato" de respeto y responsabilidad hacía la actividad que
inician. Sin embargo, el jugador comprometido se encuentra en peligro de
extinción. Suena fuerte pero cuando la exigencia es alta, más costoso resulta
encontrar jóvenes y familiares dispuestos a asumir el coste, aunque los
beneficios a medio y largo plazo sean grandes.
Es frecuente ver como los jugadores admiran a sus ídolos y los padres
y madres disfrutan con la actividad deportiva que realizan sus hijos. Aunque
para muchos de estos protagonistas, cuanto menor sea el coste, mejor. Os pongo
encima de la mesa mi experiencia de hace unos pocos años. Por aquel momento
entrenaba un equipo sub 21 en Preferente serie A2 en la liga madrileña. En mis
equipos, siempre he tenido la suerte de contar con excelentes personas
comprometidas a un gran nivel, no sólo con el baloncesto, sino con el estudio,
la amistad, la familia y otras actividades. En su mayoría, los jugadores de
este equipo, entraron hace años en la dinámica de organizar horarios y cumplir
su palabra. El resto es mérito de los padres y madres que han entendido la importancia
de que sus hijos se comprometan en algo y lo cumplan. Los entrenadores por
mucho interés, dedicación y mimo que pongamos poco podremos hacer para
contrarrestar una política familiar descomprometida. En un caso adverso, se
trata de una lucha de titanes en la que, en la mayoría de las ocasiones, los
entrenadores no tenemos nada que hacer. Si bien, no por ello considero que
debamos dejar de interesarnos por tratar de agarrar a los jugadores en un afán
de intentar enseñar que el compromiso deportivo puede traer grandes beneficios.
Siempre me ha resultado complejo encontrar nuevos jugadores
comprometidos. Durante las pruebas de pretemporada solían venir jugadores que
estaban interesados pero cuando sabían el compromiso que suponía la actividad
(3 días semanales y entre dos y tres horas de entreno) abandonaban la
posibilidad de estar en el equipo. Luego, durante la temporada, resulta
frecuente tener alguna "baja en combate" que no puede con la
exigencia de su actividad diaria y de los entrenamientos. Por aquel entonces,
dos jugadores tuvieron que dejar el equipo por otras obligaciones. En un caso,
la familia de un jugador quería salir los fines de semana y quedarse en el
equipo supondría que el chico se quedaría sólo hasta el regreso de los padres el
domingo. En otro caso, el jugador compatibilizaba el deporte con estudios
musicales. Llevaba una gran carrera como pianista pero no podía compaginarlo
todo (casualmente, pasados los años, este jugador abandonó sus estudios de
música...).
Entiendo que los jóvenes y los familiares no tienen una vida fácil, ya
que sobrevivir en una sociedad del conocimiento, comunicación y consumo
frenético es un gran desafío, sobre todo si se quieren compaginar múltiples
actividades y obligaciones en tiempos de crisis. Pero, también entiendo que hay
que tener muy claro que lo que ofrece el baloncesto no lo ofrecen otras
actividades y que el beneficio para los jugadores va mucho más allá de la
mejora física, técnica y táctica. Eso es lo que los padres, madres y jugadores
que continúan valoran por encima de otras cosas y como llevan sembrando desde
hace muchos años, actualmente recogen frutos y los recogerán en el futuro. En
mi caso, así ha sido y jamás me arrepentiré del tiempo invertido.
Nota: Este artículo fue escrito hace años. Los contenidos siguen
teniendo vigencia. Espero que os pueda seguir aportando cosas.